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Para identificar a que mujeres se les acusaba de brujas, había varios estereotipos.

La mujer que practicaba maleficios o causaba daños a través de medios ocultos.

La mujer que pactaba con el diablo en calidad de sierva.

La mujer que volaban por las noches y tenía malas intenciones, como la de comerse a los niños pequeños o inducir a los hombres al amor pecaminoso.

La mujer que pertenecía a una secta satánica o asistía a reuniones sabáticas en cuevas secretas.

La Inquisición utilizó todos los medios posibles, incluso a los niños, para descubrir posibles herejes y brujas. Los inquisidores estimularon la delación entre los niños, en ellos encontró a sus mejores testigos a la hora de procesar a los acusados ante los tribunales del Santo Oficio.

La Inquisición usó también el silencio y la marginación de las mujeres emancipadas para combatir y contrarrestar su voluntad de hierro, que les permitía romper las cadenas de opresión y acceder a las posiciones controladas por los hombres. Así, a las mujeres emancipadas, que fueron acusadas de brujería y blasfemias contra Dios, las sometieron a los suplicios de la tortura y las dejaron arder como antorchas en la hoguera.

Como identificaban a supuestas brujas