«Ya no quiero ir a la escuela», anunció Renesmee la próxima vez que vio a sus padres. Jacob, por desgracia, había acompañado. Había echado de menos a los Cullens, tanto como odiaba admitirlo. Especialmente Bella: a pesar de todo, parecían haber logrado seguir siendo amigos. Esperaban que sus pequeños secretos del pasado fueran llevados a la tumba de Jacob - si alguna vez moría. Tenía una huella que iba a permanecer joven durante siglos.

Al escuchar la repentina confesión de Renesmee, toda la familia Cullen y el cambiaformas la miraban, estupefactos. ¿Qué acababan de oír? Carlisle le estaba rezando a Dios para que fuera una broma.

No lo fue. Eso era lo que Renesmee deseaba. Quería estudiar sola. Además, no era como si alguien la echara de menos en la escuela. No tenía amigos y todo el mundo la intimidaba por haber nacido en una familia adinerada.

Ella había tomado la decisión con la ayuda de Hope. Si el lobo nunca hubiera aparecido, el híbrido seguiría viviendo una vida mundana y miserable. Ahora que el lobo gris jugó un papel importante en la vida de Renesmee, el animal le había dado la fuerza para tomar decisiones que le cambiaran la vida.

Renesmee ya no sería la niña mansa de la familia Cullen. Quería tener su propia vida separada de la magia.

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