#historia La naturaleza de la luz es un tema que fascinó a los científicos y filósofos durante siglos y que los trajo de cabeza hasta principios del siglo XX, cuando se desarrolló el campo de la física cuántica. Antes del s. XVIII se creía que la luz estaba formada por partículas pequeñas, teoría que permitía explicar los efectos ya conocidos de la refracción y la reflexión. Isaac Newton fue uno de los que desarrolló una teoría corpuscular de la luz que tardaría muchos años en cuestionarse debido al gran prestigio de su autor.

Pero entonces en el s.XIX, Thomas Young realizó el famoso experimento de la doble rendija que le permitió observar la interferencia producida por la luz. Y la única forma de explicar este fenómeno y otros como la difracción y la polarización de la luz era suponiendo que la luz fuese una onda. Esto y las medidas de la variación de la velocidad de la luz en diferentes medios que no coincidían con los valores predichos por Newton convencieron a la mayoría de la comunidad científica de que la teoría corpuscular no era correcta y supusieron que la luz tenía una naturaleza ondulatoria.

Así que pasaron a cuestionarse otros temas. Como por ejemplo, si la luz era una onda, ¿por qué medio se propagaba en el espacio? En esa época no se concebía todavía que la luz pudiera propagarse por el vacío, sino que las ondas debían viajar por una sustancia al igual que el sonido viajaba por el aire y el agua (y que casualmente no se transmite por el vacío, al margen de lo que se escuche en algunas películas espaciales). Esta concepción de una onda mecánica les llevó a suponer la existencia de un cierto medio físico al que denominaron “éter” que debía ocupar todo el espacio. Pero tras los experimentos de Michelson y Morley, que montaron un ingenioso interferómetro para intentar encontrar este “éter” y que ha tenido muchísimas aplicaciones en diversas investigaciones posteriores (por poner un ejemplo, el experimento de detección de ondas gravitacionales LIGO se fundamenta en él), se concluyó que este éter no podía existir.

Historia de la luz