**El Susurro del Bosque** En un pequeño pueblo rodeado de densos bosques, existía una leyenda que hablaba de un misterioso susurro que emergía entre los árboles al caer la noche. Los ancianos del lugar contaban que aquel que escuchara el susurro recibiría un mensaje del más allá, pero que pocos regresaban para contarlo. La curiosidad y el temor mantenían a los habitantes alejados del bosque al anochecer. Una noche de luna llena, Clara, una joven valiente y escéptica, decidió adentrarse en el bosque. Había crecido escuchando las historias de su abuela sobre el susurro, pero siempre había pensado que eran solo cuentos para asustar a los niños. Con una linterna en mano y su corazón latiendo con fuerza, se internó entre los árboles. A medida que avanzaba, el aire se volvía más denso y la oscuridad parecía cobrar vida a su alrededor. De repente, un suave murmullo comenzó a fluir entre las ramas. Clara se detuvo, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda. El susurro se intensificó, como si estuviera llamándola. Sin poder resistir la tentación, siguió el sonido hasta llegar a un claro iluminado por la luna. Allí, en medio del claro, encontró una antigua piedra cubierta de musgo. El susurro parecía emanar de ella. Clara se acercó con cautela y tocó la piedra. En ese instante, una visión la envolvió: imágenes de su abuela joven, riendo y jugando en el mismo lugar donde ella estaba ahora. Pero entonces la visión cambió; vio a su abuela llorando, rodeada de figuras sombrías que parecían atraparla. Desconcertada, Clara retrocedió y el susurro se detuvo abruptamente. Sintiendo que había descubierto algo importante, decidió regresar al pueblo para investigar más sobre la historia familiar. Al llegar a casa, encontró a su madre sentada en la sala con una expresión preocupada. “Clara,” dijo su madre con voz temblorosa, “he estado esperando que regresaras. Hay algo que debo contarte sobre tu abuela.” Intrigada y ansiosa por escuchar, Clara se sentó junto a ella. Su madre le reveló que su abuela había tenido un oscuro secreto: cada vez que escuchaba el susurro del bosque, hacía un pacto con las sombras para proteger a su familia de desgracias. Pero ese pacto había tenido un precio; cada vez que lo hacía, una parte de su alma quedaba atrapada en el bosque. Clara sintió un nudo en el estómago al comprender que lo que había visto no era solo una visión; era una advertencia. Decidida a liberar a su abuela de ese destino trágico, volvió al bosque esa misma noche. Al llegar al claro nuevamente, la atmósfera era pesada y tensa. Con determinación, comenzó a hablarle a la piedra: “No te tengo miedo. Vine aquí para liberar a mi abuela.” El susurro comenzó otra vez, pero esta vez sonaba diferente; parecía más angustiado. De repente, las sombras emergieron del suelo y rodearon a Clara. Enfrentándose a ellas con valentía, gritó: “¡Dejen ir a mi abuela!” Las sombras titubearon ante su firmeza. En ese momento comprendió: no eran demonios ni seres malignos; eran las almas atrapadas de aquellos que habían hecho pactos antes que su abuela. Clara entendió que debía ofrecer algo a cambio para romper el ciclo. “Os ofrezco mi propia voz,” exclamó con fuerza. “Llévense mi capacidad de escuchar los susurros si me permiten liberar a mi abuela.” Las sombras se detuvieron por un instante y luego comenzaron a alejarse lentamente hacia la piedra. El susurro se intensificó hasta convertirse en un grito ensordecedor antes de desvanecerse por completo. Cuando todo quedó en silencio, Clara sintió que algo dentro de ella cambiaba; ya no podía escuchar los ecos del bosque ni los murmullos del viento. Pero en ese instante también sintió una paz profunda; sabía que había liberado a su abuela. Al regresar al pueblo al amanecer, encontró a su madre esperándola con lágrimas en los ojos pero sonriendo al mismo tiempo. “Lo hiciste,” dijo su madre con asombro. “Mi madre está libre.” Clara sonrió sabiendo que aunque había perdido algo importante —su capacidad de oír los secretos del bosque— había ganado mucho más: la libertad de su familia y la certeza de que el amor puede romper incluso los pactos más oscuros. Desde entonces, aunque nunca volvió a escuchar el susurro del bosque, siempre llevaba consigo la historia de coraje y sacrificio que cambiaría su vida para siempre

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