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Hay que tener presente que en su afán por garantizar la ortodoxia cristiana, el Tribunal de la Santa Inquisición no se dedicó exclusivamente a perseguir las grandes herejías: judaísmo, mahometismo, protestantismo…, sino también de corregir los errores de los cristianos viejos, entre otros aquéllos que tenían que ver con la forma particular de entender la vivencia religiosa. En este sentido, en el Concilio de Trento (1545-1563) se definió la práctica ortodoxa católica y el ritual sacramental.

Aunque la mujer sería perseguida por la Inquisición en base a supuestos delitos vinculados al ejercicio secreto del judaísmo, los ritos satánicos, la bigamia, las moriscas que practicaban partos a la usanza islámica, casamenteras, místicas y visionarias, en esta ocasión nos centraremos fundamentalmente en la persecución de las  “brujas”.


La persecución a las mujeres por “brujería” o “hechicería” se intensificó en los siglos XV y XVI, cuando miles perdieron la vida en manos de los inquisidores, quienes expandieron la “caza de brujas” a otros continentes tras la circunnavegación.

Entre las mujeres que la iglesia consideraba como brujas estaban las mujeres educadas que tenían estudios, las gitanas, las místicas, las amantes de la naturaleza que recogían y conocían los beneficios de las hierbas medicinales.

Mujeres brujas en la edad media